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martes, 16 de octubre de 2012

28vo. Domingo de Tiempo Ordinario/ Ciclo B Domingo 14 Octubre 2012



Saboreando la palabra de Dios

Un Año de la Fe para intensificar nuestro contacto con la Palabra de Dios y gustar de su alimento
Texto 1
Domingo 14 Octubre 2012
Este nuevo espacio de reflexión que ahora inicio con ustedes, queridos “lectionautas”, se inspira en el inicio de la celebración del Año de la Fe. Su título y subtítulo parafrasean dos textos tomados tanto de Porta Fide como de un Comunicado de los Obispos de Honduras sobre el Año de la Fe. En efecto, el Santo Padre en Porta Fide nos ha invitado a: “…descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios” (#3). Y los Obispos de Honduras, en su Comunicado del 7 de Junio nos han convocado a: “intensificar nuestro contacto con la Palabra” (7 jun 2012).
Quisiera que este espacio fuera como un “cuaderno de notas” que a lo largo del año litúrgico nos acompañe a reflexionar sistemáticamente sobre la belleza y fortaleza de nuestra fe católica, expresada en los textos de la Palabra de Dios. Todos sabemos lo inagotable que es esa Palabra. Por tanto, mi única intención es compartir con ese también ilimitado mundo de la internet las reflexiones que a modo de homilía comparto con quienes celebro la misa dominical.  Ojala sirva a más de alguno para “…redescubrir la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la fe” (P.F. # 7)
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Saboreando los textos del 28vo domingo de Tiempo Ordinario. Ciclo B
¿Y si Dios alguna vez te dijera que está dispuesto a concederte lo que le pidas, cualquier cosa que esto sea? ¿Qué le pedirías? De hecho, esto ya paso una sola vez en la historia. Fue al joven rey Salomón  al que Dios le hizo esta propuesta ¿Recuerdas que le pidió Salomón? (1Re. 3, 5-9) ¿Y tú, que le pedirías a Dios? En medio de nuestras sociedades, tan enfermas de ambición por lo material y de un desenfrenado culto al cuerpo, fuente de placer y dominio, el Libro de la Sabiduría nos revela la mayor riqueza que podemos anhelar: el espíritu de la sabiduría (Sa. 7, 7).  Ante ella toda la riqueza y poder no son más que un puñado de arena. Es más valiosa que la salud y la belleza. Como bien nos recuerda el salmo 89, ella nos ayuda a valorar prudentemente el sentido de nuestras propias vidas y nos acerca a la misericordia de Dios. Ambas lecturas coinciden en afirmar que de este espíritu de la sabiduría brotan los verdaderos tesoros de la vida (la riqueza incontable, dice el Libro de la Sabiduría; la prosperidad de nuestras manos, afirma el salmista).
Bien, pero ¿cuál es la fuente de esta sabiduría, cómo alcanzarla? En este punto viene a nuestro auxilio la lectura de la Carta a los Hebreos. Estudiando la Biblia todos esperamos conocer quién es Dios como nuestro Padre y cuál es su voluntad amorosa sobre nosotros. Y así debe ser. Sin embargo, este fragmento de Hebreos nos recuerda que la Biblia además nos revela otra cosa: quiénes somos nosotros mismos. No hay mayor conquista en la vida que el propio conocimiento y el dominio de sí mismo. En comparación a esta conquista de cada individuo, las grandes hazañas de la humanidad quedan en nada. Lo más importante en la vida es conocerte y valorarte con justicia a ti mismo y ser el dueño de tu propia vida. Y eso no es posible sin la Palabra de Dios: ella penetra lo más íntimo de nuestro propio ser, ella es el juez de nuestros pensamientos e intenciones. Ella nos desnuda ante el amor de Dios.
Estas reflexiones que nos introducen al texto del evangelio. Veamos: parece que la traducción más exacta de este texto solo menciona a “uno”, sin más detalles de su persona, ni siquiera su nombre, que se acerca a Jesús y, arrodillándose, le pregunta, después de un saludo aparentemente adulador, sobre la vida eterna y cómo ganarla. Como mi intención no es exégesis en sí sino la pastoral (la exégesis llevaba a la vida actual) vayamos a lo que nos interesa: el que llega ante Jesús y le hace tal pregunta es una persona muy rica (Mc. 10,22) y por lo que relata el texto de Mc. 10, 17 se ve que su intención era agregar el tesoro del reino de los cielos a los muchos tesoros que ya poseía en la tierra. Fíjense en sus gestos: se arrodilla, no se postra, ante Jesús. Es que su intención no es rendirle la vida (postración), él solo quiere de Jesús… el número de la rifa para la vida eterna. Por eso inicia halagando a Jesús. Y el Señor Jesús, primero le da por su lado y le indica el camino más básico y sencillo: los mandamientos de la ley ( en lo que este personaje parece superior a muchos de nosotros: no solo los recuerda sino que además los cumple con fidelidad desde siempre). Pero luego, le revela el sentido de la verdadera conversión: el reino de los cielos no debe ser un tesoro más en tu vida, debe ser el único tesoro y la máxima ley de tu vida. Por eso le es necesario despojarse de todas las demás riquezas a las que ya hace tiempo entregó el corazón, para hacer del reino de Dios la única riqueza de su ser. Y sin embargo, esta revelación, Jesús no se la hace en tono de reclamación ni mucho menos, se la hace con una mirada de amor: Dios no pide lo que no da, y si pide la vida toda es porque Él mismo ya nos ha dado toda su vida y alimenta la nuestra con su ser, hecho pan de vida. Y aquí la cosa fracasa: el tal tipo se marcha muy triste y decepcionado de Jesús porque, ya lo dijimos, era muy rico y su única intención era lograr otra riqueza más: el cielo. Y así no se puede. Ahora comprendemos mejor porque no se nos dice nada de su personalidad, ni siquiera su nombre, solo su estatus de riqueza: es que ya hace mucho tiempo perdió hasta su propia persona en sus bienes. Sus tesoros son sus dueños, él ya no se pertenece, le pertenece a sus riquezas.
¿Qué le faltaba a este “uno”? el espíritu de sabiduría, para juzgar rectamente de sí mismo y no dejarse dominar por la ambición de lo material. Pero no, ahogado en sus propias riquezas, lo poseía todo, menos a sí mismo. Pero atención, no pensemos fácilmente que este texto no tiene que ver con nosotros: cualquier cosa que ahogue tu corazón y no te permita hacer de Jesús tu único Señor y del Reino de los cielos tu máxima riqueza, es un tesoro que a ti también te despersonaliza y te roba la libertad de los hijos de Dios. “Riquezas” serán entonces las cosas que nos esclavizan y nos despersonalizan: la soberbia y la vanidad, el odio y la venganza, los miedos y los complejos, la ambición y la indiferencia, la mentira y la hipocresía, la internet, el celular, las nuevas tecnologías o las redes sociales ¿Cuáles son entonces esas riquezas que atan tu vida y te cierran el camino al cielo?
Causa asombro ver cómo Dios nuestro Padre lo dispone todo para nuestro bien, y así, no deja de sorprender que empecemos dominicalmente este Año de la Fe con este llamado de la Palabra de Dios a alcanzar, con su gracia y su luz, un corazón sensato, un espíritu sabio que nos enseñe a valorar justamente nuestras vidas, esforzándonos por hacer cada vez más del reino de los cielos, el único tesoro de nuestras vidas.




1 comentarios:

  1. Muy buenos días Padre. Es muy valioso el contenido y la iniciativa que han tenido, me gustaría sumarme como un feligrés más y poder participar de actividades en linea que convirtamos en realidad en nuestro entorno individual; por ejemplo talleres de Fe, cursos bíblicos, etc.

    Tengo una idea que le pongo en consideración, crear un circulo (en mi cuenta he creado uno que se llama "Misión Evangelizadora" y otro de "Mis Parroquias en Colombia") e ir agregando parroquias por diócesis, luego por regiones hasta completar el país; luego extenderlo en habla hispana bajo una red en un mismo concepto. Analice por favor la idea y me cuenta.

    Cabe aclarar que cada contenido así sea una experiencia de vida debe encontrarse bajo la directriz del sacerdote en cada parroquia, un llamado a la obediencia y un mensaje para los grupos que desafortunadamente están trabajando independientes al interior de nuestra iglesia Católica.

    Agradeciendo la atención, le deseo un buen día.

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